Una pregunta… ¿Sólo una?
Theodore Adorno deja muy clara la imposibilidad de analizar la obra de arte en su “Teoría estética” (texto hallado poco después de su muerte). Hace un análisis de las funciones sociales, políticas, religiosas y morales que le han sido asignadas y termina afirmando la peligrosa ambigüedad que tiene el arte moderno ¿Cómo sería la práctica artística en el futuro sin tratar de salvar desesperadamente a las obras del pasado? O bien, ¿sin precipitarse a destruirlas?
Junger Habermas habla de crear una unidad en el arte –moderno por supuesto- pero esto dónde nos llevaría, puesto que el arte se construye en sí mismo. El gran problema que veo (con todo y a ruptura a la que aspira Habermas) es que tiene la sentencia de volverse completamente predecible, si no es que ya lo es… haberlas no aspira a una ruptura real, sino a una especie de hegemonía que le permita mantener cierta pureza.
Me pregunto entonces, ¿qué es el arte para que sea tan necesario inmortalizarlo, o bien, para querer desecharlo tan prontamente? ¿Cómo poner orden en el caos (el cuál respondió a romper el orden) sin imponer una verdad absoluta? ¿Cómo no caer en la vanidad, retomando la tarea anterior, y la lucha de egos manteniendo fija la postura?
La posmodernidad, producto en gran parte de la sociedad de consumo, nos ha regalado lo efímero del arte. Tal vez por ello Adorno menciona que “el arte es la promesa quebrantada de la felicidad”, pues es resultado de algo inexistente, difícil de entender o interpretar. Entonces, ¿cómo comunico sin ser literal? ¿cómo ser claro sin ser explícito?
Es un tanto limitante seguir creando y calificando la actualidad y en la actualidad con los mismos parámetros, juicios y estructuras de siglos atrás. No dejaría de ser interesante, pero el problema es el absolutismo y la corriente purista en el arte que se avoca a imponer verdades sobre lo que está bien o no.
De esta manera, el arte corre el riesgo, en cualquiera de sus expresiones, de caer en un terreno pantanoso ¿Es entonces abrir el círculo la respuesta? ¿Qué tanto desaparecería el trabajo de los historiadores de arte? ¿Qué tan sencilla resultaría la lectura de estas interposturas? ¿Corren el riesgo de perderse? O peor aún, ¿corren el riesgo de inmortalizarse y empolvarse como pieza de museo por su complejidad?
Pueden surgir respuestas inmediatas que esperen estar en lo correcto, pero prefiero elaborar preguntas que abran un sin fin de posibilidades. Siempre, al menos en esta etapa de la humanidad resultará más difícil elaborar preguntas que responder al estímulo ofrecido. Y en el arte es mucho más sencillo crear siguiendo una fórmula que garantice el éxito, que atreverse a hacer nuevos procesos un tanto inciertos llenos de tentadoras posibilidades.
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